
En la última semana he leído varias notas, en diversos medios, que hablan largo y tendido sobre la relación entre los máximos líderes de los partidos tradicionales. Al mismo tiempo, comencé a observar la aparición de otras tantas notas en las que se comenzaba a esbozar una serie de críticas, bastante directas inclusive, a aquellos dirigentes partidarios, también de los partidos fundacionales, por la Reforma Constitucional de 1996. La gran mayoría de esas críticas se centraban en la introducción del Sistema de Doble Vuelta Electoral. Como desde mi punto de vista ambas situaciones tienen un origen común me he decidido a analizar las mismas en esta nota.
Hasta las elecciones de 1994, últimas llevadas adelante bajo la Constitución de 1966, el sistema electoral uruguayo establecía que resultaba electo como Presidente de la República el Candidato más votado, dentro del Partido más votado, en una única vuelta electoral. Dicha Elección Presidencial se realizaba de forma simultánea con la Elección Legislativa para ambas Cámaras. A su vez, la Elección Legislativa tenía la particularidad de permitir la acumulación por Sub-Lemas, tanto para Diputados como para Senadores. De esta forma, el Sistema de Doble Voto Simultáneo permitía una acumulación casi total de votos a la interna de los partidos políticos.
Como ya dije, la Reforma Constitucional de 1996, bajo el gobierno del Dr. Sanguinetti y el Partido Colorado, fue una reforma que tuvo como centro el cambio del sistema electoral en el Uruguay. A modo de recuerdo, en forma sintética, las más importantes modificaciones del sistema electoral fueron:
· Introducción las Elecciones Internas, en las cuales cada partido elige su candidato único a la Presidencia.
· Celebración de Elecciones Presidenciales y Parlamentarias en Octubre. Se impide la acumulación de votos por Sub-Lemas para la Cámara de Diputados.
· Celebración en Noviembre de una Segunda Vuelta o Balotaje entre los dos Candidatos a Presidente más votados, en caso que ninguno obtenga la mayoría absoluta.
· Separación en el tiempo de las Elecciones a Intendente, que se celebran en mayo del año siguiente a las Elecciones Presidenciales.
Siempre estuvo en el imaginario colectivo y de los referentes académicos, sino también en la mente de sus impulsores, que el único cometido de la reforma era frenar el inexorable camino a la victoria del Frente Amplio en las elecciones presidenciales de 1999. Podríamos decir que los líderes de los partidos tradicionales sufrieron de un cierto trastorno político. Es posible determinar que los mismos fueron “riesgofóbicos”. Ante el riesgo de una victoria del Frente Amplio bajo el anterior sistema electoral, se abocaron a reformarlo. Ya sabemos que no tuvieron éxito. Sin embargo, el problema fue mucho mayor al esperado. Cinco años más tarde, con mayoría legislativa como ganancia por la espera que había tenido que soportar, el Dr. Vázquez fue proclamado Presidente. La división en mitades de la ciudadanía uruguaya, ante la reforma, ya anunciaba el escenario que, solidificado en las elecciones de 1999, nos acompaña hoy.
Obviamente, y se encuentra estudiado a fondo en la Ciencia Política, el sistema electoral moldea el sistema de partidos de un país. El Uruguay posterior a 1910 se vio enmarcado por la primera versión de la “Ley de Lemas”. Desde 1996, hasta ahora, el Ballotage ha exacerbado la división en mitades de la sociedad uruguaya. Es más, al incluir un mecanismo mayoritario en la Elección Presidencial, se ha empujado a la ciudadanía a “adelantar la Segunda Vuelta”. Como resultado directo, en las dos elecciones posteriores a la reforma, el Frente Amplio logró mayoría legislativa. Debido a ello, en la mente de muchos dirigentes locales y votantes independientes de los partidos fundacionales creció la idea de conformar una coalición permanente entre ambos partidos. Sin embargo, por el momento, dicha opción parece muy lejana.
Más allá de todo esto, y dejando para otro momento las ventajas de la reforma, existen otras consecuencias del sistema electoral vigente. Entre todas las que podemos observar, fabricar mayorías artificiales y plebiscitarias, favorecer la polarización electoral, entre otras, podemos centrarnos en sus efectos sobre las relaciones entre los líderes políticos de los partidos de la oposición en el Uruguay. Cuando el Dr. Bordaberry llama “manso corderito” al Dr. Larrañaga estamos evidenciando los resultados de la reforma en su relación. Lo mismo podría decirse cuando el líder colorado dice “al final Lacalle tenía razón”. Tanto Bordaberry como Larrañaga están evidenciando sus estrategias políticas hacia 2014. Larrañaga ya había anunciado que la confrontación como estrategia, asignada a Lacalle en la campaña electoral última, había sido nefasta para los intereses de los nacionalistas. Por ende, su idea es “colaborar” más con el gobierno del FA. Al mismo tiempo, con la seguridad de ser mayoría en el Partido Colorado y de compartir votantes con el Dr. Lacalle y no tanto con Larrañaga, Bordaberry ha decidido acercarse al “votante herrerista” y confrontar con el gobierno de Mujica. Debido a ello, y en el entendido que ambos son los mayores competidores por el segundo cupo del Ballotage 2014, la evidente segunda fase de estas estrategias es la confrontación directa entre ambos. Nuevamente, el tiempo dirá si las tácticas elegidas serán tan útiles el largo plazo como ellos creen que lo son en el corto plazo. Podríamos decir, que en este caso, ambos líderes están sufriendo de “riesgofilía”. Ambos decidieron tomar el riesgo de llevar adelante sus estrategias sin medir las consecuencias.
Sumado a todo esto, desde el pasado sábado, un nuevo tema se suma al escenario político planteado. La iniciativa de “Vamos Uruguay”, sector del Dr. Bordaberry, de reformar la Constitución con el fin de “bajar la edad de inimputabilidad” como eje principal. Más allá de las opiniones que puede generar la propuesta, la aprobación de la requerirá de conformar una coalición amplía que brinde sustento al proyecto, lo cual implicará necesariamente dos cosas. Por un lado, una vocación clara de negociación del Partido Colorado. La aprobación de la reforma, y hasta el futuro electoral de los colorados, puede depender de la suerte que corra esta iniciativa. Por el otro lado, una definición estratégica del Partido Nacional, tanto del “Herrerismo” como de “Alianza Nacional”. La misma puede tener su base en la opinión que tienen sobre el proyecto o en los intereses políticos de los sectores nacionalistas.
Sumado a ello, con relación a las necesarias negociaciones políticas que están a punto de abrirse en torno a la iniciativa colorada, es factible que se presenten más reformas constitucionales en breve. Desde la reforma del sistema electoral, la reelección presidencial o la baja en la edad de inimputabilidad, todos los temas podrán ser motivo de una reforma. Cada una contará con el apoyo de unos y la oposición de otros. Lo más importante sería que todos los líderes políticos entiendan que cada reforma implica ciertas consecuencias, algunas insospechadas e incalculables. Además, la experiencia que brinda América Latina en torno a las últimas reformas constitucionales proyectadas o aprobadas, con los ejemplos de profundas divisiones y violencia, como los casos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, debería estar en mente de los líderes políticos más importantes del país. En virtud de ello, más vale que tengan en cuenta los riesgos y las oportunidades que brindan las negociaciones que busquen concretar una reforma constitucional en nuestro país. Esperemos que los líderes encuentren el justo equilibrio entre “Riesgofobia” y “Riesgofilia”.