lunes, 20 de septiembre de 2010

El Discurso y la Polémica


Las palabras más criticadas del discurso de Amado podemos resumirlas de la siguiente manera: “por estos días estamos celebrando los 25 años de la vuelta a la democracia en Uruguay y si bien es una celebración que ha impulsado el PC debe ser una celebración de todos. Antes de estos 25 años de democracia ininterrumpida hubo un largo período de dictadura. Y siento que como integrante de este Parlamento, en un día como hoy, en que festejamos la plena vigencia de nuestra democracia, en un acto de absoluto sinceramiento debo señalar que este Parlamento en febrero de 1973, en aquel febrero amargo, no estuvo a la altura de las circunstancias y al menos permaneció omiso…Mientras el sistema institucional democrático vivía horas trágicas el parlamento no se reunió, no se auto convocó, ni siquiera tuvo el reflejo de transformarse en el último bastión en la lucha por el mantenimiento democrático. Por el contrario, el parlamento no hizo nada y siguió de vacaciones, no sé si haciendo playa pero la realidad es que no hizo nada”.

Que en Febrero de 1973 el Parlamento no se reunió, es una verdad irrefutable. Que los legisladores no hicieron nada por la Democracia, es un error histórico. Que la Democracia se perdió en Febrero, por no decir Octubre de 1972, es una hipótesis que muchos han respaldado y es defendible. Que la Democracia se perdió por la inacción del Parlamento, es más difícil de defender y compartir. Que el 27 de Junio de 1973 el Parlamento fue el último bastión de la Democracia, es un hecho. Que el Golpe era ya un hecho consumado y que nada se logró con ello, algo que todos deberían asumir.

Primero, y antes que nada, soy de la misma generación que Fernando Amado. En la vida, en la Facultad de Ciencias Sociales y hasta en la militancia política. Defiendo la posibilidad de interpelar a los hechos ocurridos aún cuando no fuimos ni protagonistas ni observadores. Y lo hago desde varios puntos de vista. Ya sea como  político, como politólogo y, obviamente, como ciudadano. Nadie puede decirle al Diputado Amado que por su edad no debería “opinar” sobre lo sucedido. Si, como muchas veces pasa, para algunos el ser ciudadano no alcanza, permítanme decirles que si uno está activamente trabajando en política o ha estudiado a la “política”, más que ser una posibilidad hacerlo, es un deber para con la actividad política o con la académica. Tampoco voy a ingresar al terreno de ningunear la postura de Amado. No tolero que se le adjudique su opinión al hecho de ser hijo de un ex oficial del Ejército Nacional. Menos aún, por ser integrante del sector político del hijo del presidente de facto Juan María Bordaberry. Que esas injusticias las cometan otros, que no cuentan con argumentos valederos o temen emprender el debate que deja abierto el legislador.

Sin embargo, por suerte, el tema central de la discusión no ha sido este. El Diputado Amado es un nuevo parlamentario. Ingresó al cuerpo el 15 de Febrero de 2010. Más allá de ello, cálculo, sabe que las actividades de un legislador no son todas dentro de las paredes del recinto. Por lo que es posible que pueda entender al, ahora, Senador Lacalle cuando dice “…mentira, no le permito, yo me quedé acá, eso es mentira, yo no me fui a ningún lado, me quedé acá…”. Y este punto es central, aunque cueste creerlo, para entender que ambas posiciones tienen respaldo en los hechos.

La verdad de lo sucedido es muy compleja para que alguno de los tantos actores participantes se abrogue el derecho de ser su portador único. En un trabajo que tengo a medio armar, sostengo la idea que lo que realmente sucedió por aquellos años fue un fenómeno que he dado en llamar: “la suspensión de la partidocracia”. Con ello refiero a la situación por la que, mucho antes del Golpe de Estado en sí, los partidos políticos tradicionales, otrora centros exclusivos del escenario político nacional, dejaron de ser los actores más importantes del sistema. Esto se traduce en que la ciudadanía, entre otras razones, y sobretodo luego de 1966, no organizaba sus opiniones y preferencias en función de las posturas de los partidos tradicionales sino que se encontraba más proclive a “orientarse” en función de las posturas de otros actores del momento. Por eso decimos que otros actores ocuparon ese lugar céntrico. No estamos hablando de la tan manida “teoría de los dos demonios”. Si bien son los actores “extremos”, militares y guerrilleros, los que tienen una responsabilidad más que importante en los hechos ocurridos, no son los únicos. Y si bien son los dos actores emblemáticos que ocuparon el lugar de los partidos tradicionales, no son los únicos. También se encuentran en esa nueva centralidad la unión sindical, los estudiantes agremiados, Pacheco, con su particular postura frente a los políticos, y el mismísimo Frente Amplio.

Más allá de todo esto, volvamos al discurso. Amado hace referencia directa al mes de Febrero. Es más, entendemos que el centro de atención es el 9 de Febrero de 1973. Entre ese día y el martes 13 de Febrero se terminó de definir el destino de la Democracia. El Presidente Bordaberry ese día firma el Pacto de Boiso Lanza con los Militares. Aquél 9 de Febrero, la Armada llegó a atrincherarse en la Ciudad Vieja e invitar al Presidente a la zona como forma de protegerlo de los intentos “golpistas” de las otras armas. Entre las acciones llevadas a cabo por estas armas pueden nombrarse la toma de varios medios de comunicación y el desfile de tanques que vivió la ciudad por aquellas horas. Tanto la Fuerza Aérea como el Ejército se “rebelaron” ante la sustitución del Ministro de Defensa del momento. Sin embargo, el que terminó “fuera de combate” fue el Contralmirante Zorrilla quien no tuvo más remedio que pedir su “pase a retiro”. Con él, también se terminó la postura constitucionalista de la Armada. En esos días, en los más álgidos del momento, pensamos que Amado sitúa la inacción, y hasta la indiferencia, del Parlamento y los parlamentarios.

Detrás de estos hechos, por demás relevantes dentro del proceso que terminó derribando las Instituciones Democráticas, queda perdido un momento central. Todos tenemos la imagen del Dictador Juan María Bordaberry. Sin embargo, horas antes de conformarse esa figura, con la firma del “Pacto”, Bordaberry intentó mantenerse dentro de la imagen democrática que todos pretenden de un presidente elegido por la mayoría de su pueblo. Luego del “alzamiento” militar por la designación del Gral. Francese como Ministro de Defensa, Bordaberry hizo un último intento por dar una imagen de fortaleza ante los insurrectos. A las Veintidós horas Treinta Minutos, desde los estudios de Monte Carlo TV, Canal 4, Bordaberry anunció que mantendría a Antonio Francese en el Ministerio y convocó a la ciudadanía a reunirse en la Plaza Independencia, frente a la Casa de Gobierno. Era un llamamiento para defender la Democracia.

Por si hay gente que no sabe que ocurrió, es buen momento para contárselos. Allí, en la Casa de Gobierno, le acompañaron Juan José Gari y Olga Clérici, la viuda de Benito Nardone, representantes del verdadero movimiento al que pertenecía Bordaberry: el Ruralismo. Apenas un puñado de dirigentes políticos lo rodearon en tan dramáticos momentos. En las fotos del balcón presidencial se puede ver solamente a dos ministros, en realidad ex-ministros que habían renunciado en ocasión de la prisión de Jorge Batlle: Julio María Sanguinetti y Francisco Forteza, y a un Senador en ejercicio, Eduardo Paz Aguirre. La mal llamada “clase política” había dado la espalda al Presidente. Pero aún más importante, el pueblo al que había convocado, y que se redujo a un par de cientos de personas, le habían dado la espalda a Bordaberry. Esto prueba que, más allá de la inacción de los parlamentarios, fue la ciudadanía toda la que dio la espalda a la Democracia, aunque muchos solamente hayan querido dar la espalda a Bordaberry, como si fuera posible separar a la persona de su investidura de esa manera.

No obstante, el centro de la discusión que observamos en los últimos días no radica tanto en las razones de lo sucedido, cosa por demás importante, sino más bien en las medidas tomadas por el Parlamento, y los parlamentarios, en esos días. De esta forma, están incluidos los partidos políticos más importantes del país de aquél momento. Vaya paradoja, son los mismos que en la actualidad siguen siendo predominantes electoralmente en el Uruguay. En este punto, a diferencia de Amado, sostenemos la tesis que los parlamentarios hicieron mucho, a su entender y cada uno por su lado, bajo la supuesta intención de defender la Democracia. De todos los partidos, y en diferentes momentos del proceso, los parlamentarios de la época se reunieron entre ellos, y también con otros actores, con la idea de estar defendiendo la Democracia. Sin embargo, muchos de ellos no hacían otra cosa que justamente lo contrario de lo que pregonaban, aunque no lo hayan querido ver ni ellos ni sus seguidores.

 Es cierto que Bordaberry no se sentía político, tenía mala relación con los hombres públicos y en el fondo despreciaba tanto como desconfiaba de la actividad de los mismos. Recordemos que Pacheco había terminado sintiendo algo similar por los políticos. Esa razón lo llevó a definirse por Bordaberry para sucederlo, llegado el caso de no poder ser reelegido, justamente por su situación de outsider del elenco político. Esa postura de Bordaberry habría traído como consecuencia que sus problemas fueran observados con indiferencia desde los partidos políticos. No se lo decían, pero no era difícil adivinar ciertos razonamientos: "nos dejaste de lado, nos destrataste, ahora arréglate solo. Nosotros no te vamos a sacar las castañas del fuego". En efecto los referentes políticos no solamente no lo auxiliaron sino que llevaron adelante, en varias oportunidades, maniobras tendientes a lograr que abandonara el cargo. Varias maniobras estuvieron en danza. Salvo llevar adelante el proceso establecido constitucionalmente para ello, el Juicio Político. La razón era evidente, para ello era necesario consensuar, lo que no era de estilo por aquél tiempo en el Parlamento

Nuevamente, volvamos al centro de atención del discurso de Amado, los parlamentarios. Ellos a su vez, antes y después, llevaron adelante todo tipo de iniciativas tendientes a relevar a Bordaberry o respaldar a los militares. Si bien el Gral. Seregni no era parlamentario, era el líder del Frente Amplio y desde ese lugar es recordado el discurso en el acto en la Unión, donde reclamo la renuncia de Bordaberry. Prácticamente al mismo tiempo, muchos parlamentarios de “izquierda” hicieron declaraciones de todo tipo a favor de los ya famosos Comunicados Nº 4 y Nº 7 de la Junta de Comandantes en Jefe. Ellos entendían que en los mismos existía un cierto contenido progresista, que estaban asociadas con propuestas de políticas del tipo de las aplicadas en Perú por el general Juan Velasco Alvarado.

Más allá de ello, el monopolio de acciones de este tipo no fue de la “izquierda”. Por un lado, nunca fue desmentida la versión que afirmaba que en las semanas previas a la crisis de febrero, el líder mayoritario nacionalista Wilson Ferreira Aldunate le había sugerido a Bordaberry que dejara el cargo en una entrevista personal: "renuncia, déjanos a nosotros, vos no sos político". La misma puede considerarse confirmada por el conocido planteo que el propio Ferreira le hizo a las FF. AA., por intermedio del general Ventura Rodríguez, y a la Marina, mediante los oficios del Contralmirante Zorrilla, para que Bordaberry fuera sustituido y se convocara a nuevas elecciones en setiembre con ballotage. Dichos intentos llegaron al propio Parlamento, en reuniones con legisladores colorados, buscando llegar a un acuerdo que dejara al Vicepresidente Jorge Sapellí en el poder por un lapso de tiempo que permitiera encauzar la situación y organizar un llamado a elecciones. Por otro lado, desde filas coloradas, se llega a afirmar que altos dirigentes del partido, entre los que no estaba el ex-presidente Jorge Pacheco Areco, ya en su nueva función de Embajador en España, le habrían solicitado directamente que diera un paso al costado y dejara en su lugar al Vicepresidente. Vale en este momento resumir dichas posturas en la de una persona. Es el momento adecuado para recordar a ese gran hombre que fue Jorge Sapelli. Más allá de las tentaciones a las que se vio expuesto, en ningún momento se dejó llevar por la corriente, honrando a la Democracia, por no prestar su investidura de Vicepresidente para llevarse por delante al Presidente de la República, más allá de las razones que pudieran existir para ello.

De esta forma, al analizar los hechos señalados, que no son todos los ocurridos en aquellos momentos pero entendemos los más relacionados al debate propuesto, es que afirmamos que la inacción de los parlamentarios no fue tal. El Parlamento fue testigo de un sinnúmero de movimientos políticos con el supuesto fin de “salvar a la Democracia”. Se puede decir que hubo errores. Se puede afirmar que las intenciones no fueron perseguidas a través de los medios adecuados. Se puede reclamar más a los “representantes del pueblo” en un momento álgido de la historia. Sin embargo, repetir la tesis que esgrimieron aquellos que si derrocaron las Instituciones es un error aún mayor. Esa fue la tesis de Juan María Bordaberry, de los Militares y, hasta cierto punto, de los Tupamaros. Es un gravísimo error, agravado además al enlodar la memoria de muchos hombres que desinteresadamente lucharon realmente por la Democracia. Amado puede equivocarse, allá él. Los uruguayos no debemos darnos el lujo de olvidar quién es quién.